Hay lugares que despiertan algo profundo en nosotros. Para mí, es este café
ancestral en Florencia, donde un simple capuchino con avena se transforma
en un ritual de inspiración. A mi alrededor, convergen ideas, proyectos,
sueños y pensamientos de tantas mentes distintas que, de algún modo, se
entrelazan en el aire. Es imposible no sentir que, en presencia de otras
personas, surge una energía sutil —casi cuántica— que estimula, impulsa y
nutre la creatividad.
Y sin embargo, mientras contemplo a quienes me rodean, no puedo evitar
recordar otra realidad: la de las bocas que cuentan historias silenciosas.
Historias de extracciones, de dientes perdidos, de amalgamas antiguas, de
infecciones crónicas, de biomas alterados, de metales y resinas que
conviven en una sinfonía química que pocas veces se evalúa con la seriedad
que merece. La boca: esa única cavidad del cuerpo donde intervenimos tanto
y que, paradójicamente, suele quedar fuera del mapa cuando hablamos de
salud integral.
Como odontólogos, entramos en la boca de nuestros pacientes varias veces al
año. ¿Qué pasaría si realmente la viéramos como la orquesta completa, como
el punto de inicio de tantas condiciones sistémicas que afectan al
organismo? Porque es allí donde nace una parte crucial de nuestro
bienestar: en el equilibrio bacteriano, en la integridad de los tejidos, en
el respeto por la biocompatibilidad, en la comprensión profunda de que la
salud oral es salud total.
Estamos viviendo un cambio de era. Una transición que exige abrir los ojos,
cuestionar y evolucionar. La odontología del nuevo milenio está emergiendo
con fuerza: una odontología biológica, consciente, integradora. Una
odontología que reconoce que cada intervención tiene un impacto en todo el
organismo y que la biocompatibilidad no es una tendencia, sino un pilar
fundamental.
Este es un llamado a las futuras generaciones: que en cada malla curricular
exista espacio para esta visión; que entendamos que prevenir y sanar muchas
enfermedades comienza por la boca; que la salud oral se convierta en la
puerta principal hacia un cuerpo más vital, más armónico y más resiliente.
Porque el futuro ya llegó, y la odontología está lista para renacer.